Padre Cuervo

Algo me atrajo a ese lugar. Pude sentir el misticismo de aquel lugar con solo apoyar mi mano en aquella puerta carcomida por el tiempo. De fondo el sonido de una gota de agua cayendo en el lavabo de aquel castillo, se propagaba  por aquellos solitarios pasillos. A cada paso, el suelo emitía un chirrido enloquecedor. Me llamó la atención una de las habitaciones, la luz aun continuaba encendida. Al entrar  advertí un espejo roto, como si un puño hubiera atravesado aquella superficie.  Los trozos de espejo estaban suspendidos en  el aire y  un cuervo observaba con un anillo en el pico. Pequeño ladrón, cuando aprenderán que no todo lo que brilla tiene valor.    El tiempo en aquel castillo no transcurría. Pero increíblemente, a mi no me afectaba pues me movía con soltura por sus claustros.   Me preguntaba como podía escuchar aquella gota caer, si aparentemente el tiempo estaba detenido.   Una sombra se materializó detrás de mí. Bajo su capucha observé una amplia sonrisa.   Puedo detener el tiempo, pero no puedo retroceder en el. Y mientras dirigía su mirada hacia la chimenea de aquella habitación continuó diciéndome. Solo un alma condenada puede hacer que todo cambie y  por fin  llegó el momento.   Yo no soy un alma condenada.- Le respondí   Aun no, pero en cuanto el grifo de la bañera deje de gotear, lo serás. Me dirigí hacia la bañera, observe que el agua rebosaba por el borde, pero curiosamente solo escuchaba la gota caer, Tic, tic, tic…   Dentro de aquella bañera había un cuerpo sumergido. Era una mujer y sentí ternura por ella.   ¿Deseas salvarla? Me pregunto aquella sombra. Si, pero ya esta muerta Ella si, pero tu aun puedes salvarte. Tú eres el hijo que porta en sus entrañas, aunque ella no lo sabe.   Entonces me acerque a ella, saque su cabeza del agua y bese su frente mientras que en un susurro le dije, mama.   Ella empezó a toser. ¡Todavía Respiraba!. La mano de aquella sombra me toco el hombro, descubriéndose la cara y observando que era la misma mujer. Me concedieron otra oportunidad, pero tenia que saber que deseabas vivir.  El cuervo de la ventana inició el vuelo, esta vez no te llevaras mi alma. Otra vez será.