En la antigua pero aun faustosa mansión se respiraba un aire de tranquilidad y frescura, la primavera había llegado haciendo brotar los jazmines, las amapolas y las rosas que pacientemente habían dormido a lo largo del invierno y el clamor de la fiesta salvaje y popular que se desarrollaba al otro lado del muro que divide el barrio real del resto del reino de Acreon, se hacía notar débilmente, como un murmullo que no llegaba a molestar.
"Tengo entendido que la Baronesa de Vestrues fue invitada al baile; no sé bien que planea nuestro rey, pero traerla solo causara problemas" La que hablaba era Lady Esten de la familia Lodrin, familiar directa del rey, así como una de las voces más importantes dentro del Consejo.
"El rey no es ningún tonto, sabe bien que es preferible que la Baronesa sea una aliada, a que continúe siempre desde las sombras, como una enemiga. Por mi parte deseo poder conocer a su hija, quien según dicen las historias, es la mujer más hermosa de todo el Este, más allá del Valle de los dos ríos." El que hablaba era Drenos, hijo de Lady Esten, Capitán de la Guardia Real, y uno de los mejores amigos del rey.
"Sabes que eres libre de contraer matrimonio con quien quieras hijo mío, pero aun así debo aconsejarte que seas prudente, si la hija es igual que la madre no te será fácil conquistarla; las mujeres no somos como esos caballos a los que tanto te gustan domar"
"jajaja tu seriedad me causa mucha gracia madre, pero no por eso no estaré atento a tu consejo; aun así, nada pasara hasta las 12, hora en que nos quitaremos las máscaras. Hablando de ellas, extraña decisión la de nuestro rey de cambiar las tradicionales por estas nuevas; prefiero las antiguas, ya que dejaban ver algo del rostro de la persona con la que uno estaba, en cambio estas cubren cada tramo de piel, ¡ni los ojos se ven!"
La conversación prosiguió hasta que las profundas campanadas del a torre de marfil, indicaban que la hora del Baile Anual estaba cerca. Lady Esten, portando una máscara de tonalidades celestes y blancas subió junto con su hijo, quien llevaba una máscara roja y negra, al carruaje que los llevaría al palacio real. Marchaban sin prisa, perdidos ambos en sus pensamientos mientras que a su alrededor el atardecer iba dejando paso a una fresca y clara noche, de luminosas estrellas que brillaban como nunca lo hará corona alguna. Finalmente arribaron al palacio en donde un sirviente real, quien también llevaba su rostro totalmente cubierto, los condujo al salón principal. Grande fue la sorpresa de ambos al ver que, a diferencia de cómo se acostumbraba, el sirviente no anuncio sus nombres ni su descendencia; Lady Esten se sintió indignada ante tal descuido pero en cambio Drenos advirtió que nadie de los que llegaban era anunciado, en otras palabras nadie sabía quién era quien. "Va a ser una noche muy interesante" pensó el joven mientras se alejaba de su madre, dejándola sola en medio de un mar de infranqueables rostros.
La noche avanzo lentamente y el evento se encontraba en su punto culmine; pasada la sorpresa general los invitados se dejaron llevar por el misterio y sin basilar empezaron las conversaciones y los bailes; algunos mantenían su identidad en secreto, sin decir sus nombres aunque se los preguntaran, mientras que algunos se crearon un nombre y personalidad falsos jugando a que eran alguien más aunque sea solamente por una noche.
Drenos en cambio buscaba a la hermosa hija de la Baronesa sin suerte alguna, no conocía su rostro y aun si lo conociera le sería imposible reconocerla detrás de la máscara, tan solo caminaba esperando alguna corazonada o algún milagro, sintiéndose cada vez más ahogado entre esas caras muertas y con ojos ausentes que lo miraban sin mirar. Su corazón entonces casi se detiene cuando contemplo a una mujer sentada en un banco de piedra ubicado en el magnífico jardín del palacio; ella parecía querer desaparecer de ahí, volverse cada vez más pequeña hasta dejar de ser. En cambio el al verla, no solo supo que era ella sino que se sintió más vivo y valiente que nunca.
"Tu mascara es una de las más bellas que vi, tan bella como un ángel Silverino" Le dijo Drenos "¿Seria mucha molesta si me sentara a tu lado?"
"No, no mucha" Le respondió la dama, y su voz, aunque cristalina, sonaba cansada y lejana "Es de una extraña ironía, a ti mi mascara se te hace angelical, pero a mí la tuya me recuerda a los demonios"
"Y no estas errada mi bella dama, pero este demonio es de los buenos, tanto como que detrás de ese angelical velo que la oculta, se encuentra la belleza misma de los dioses"
Ambos sonrieron, ninguno supo que el otro lo hacía pero solo basto eso para que ya ninguno de los dos se sintiera solo.
La noche prosiguió naturalmente, y era pensamiento de todos que este baile pasaría a formar parte de las grandes historias como uno de los más extraños y accidentadamente afortunados eventos que se viera nunca en el reino, quizás tanto como lo fue la coronación del tercer rey de Acreon hace ya más de 493 años. Pero por muy fantástica que fuera, las doce campanadas que anuncian la medianoche dieron por finalizado el evento; los que bailaban dejaron de bailar, y los que hablaban dejaron de hablar, esperando a que el rey diera la orden de quitarse las máscaras.
"Saludos, mis súbditos, mis amigos y mis compañeros, otro Baile llego a su fin y debo decir que es uno de los fines más sublimes que tuve el honor de formar parte. Lograron superar la nada de los rostros ocultos, pero esta nada se terminó, revelen aquello que ocultan y que Helos les conceda toda su gracia"
De a poco todos los rostros fueron cruzando a la luz, mientras que las máscaras caían al suelo, ya sin uso ni propósito. Drenos contemplo a la hermosa dama que tenía delante y no pudo evitar sentirse decepcionado, era bella sí, pero en su mente ella poseía una belleza divina cuando la verdad revelaba pequeños defectos, esos que nos vuelven humanos y mortales. Lo que él no sabía es que todos se sintieron decepcionados, ninguno era como habían dicho que eran, aquel que se presentó como un alto mandatario de tierras lejanas no era más que uno de los vecinos, la que dijo poseer ojos del color del amanecer, el que dijo ser la encarnación misma de Longer; todos habían bailado con la mentira y habían ayudado a construir una preciosa escultura de ilusiones falsas que termino por estallar, dejando a todo el salón en un silencio incomodo que parecía nunca acabar.
El rey de los desterrados
ResponderEliminarMuy bien narrado pero que chasco, jo que poca ilusión
Wowow me encanto la trama de tu relato...
ResponderEliminarLa mentira causo al final del baile la desilusión típica de toda mentira, con lo cual
lo que pudo ser memorable; termino siendo una inolvidable hipocresía
Si, un final donde la vanidad quedo destruida por la realidad. Me ha gustado.
ResponderEliminaruuuuu era un cuento de hadas y termino como cuento de poe U.U..aunque me gusto mucho mucho el trasfondo me lo imagine como la serie game of trone o algo asi jaja saludos
ResponderEliminarSiiii yo también me lo imagine como esa serie
ResponderEliminarpor eso el chasco final la verdad que lo relataste de diez alex