Avanzando estrepitosamente por la calle principal del pueblo, la larga caravana de viajeros marchaba entre gritos y bailes al son de extraña música; traían consigo extraños artilugios y misterios provenientes de lejanos lugares que maravillaban a los niños y escandalizaban a los más adultos, aunque aun así no podían evitar ir y contemplarlos. Un niño llamado Johan corría de un lado al otro, tratando de verlo todo, aunque era tal su nerviosismo y excitación, que no terminaba de ver al Hombre de 3 ojos y ya estaba yendo a escuchar la Sonata Roja, que según decía el viejo gitano, la había compuesto el mismísimo Demonio.
Entre todas las carpas y puestos acomodados en caótica forma, permanecía oculta una pequeña tienda que con un gastado letrero de madera anunciaba “Venga y vea; El Automatodo lo sabe todo”, ninguna luz o sonido salía desde su interior, tan solo el letrero daba a entender que ahí dentro había una atracción; llevado tanto por la curiosidad como por un extraño miedo, el niño se adentró sin saber bien que iba a encontrar.
La carpa era pequeña, más de lo que parecía por fuera y Johan no pudo evitar sentirse agobiado ante esas paredes que parecían cerrarse sobre él. Solo la pequeña lámpara colgante le permitió ver al Automatodo, un extraño mecanismo con forma humana, sentado frente a una mesa con una hoja sobre esta. Al observarlo mejor vio que de su cuello colgaba un cartel que rezaba:
“Proveniente del lejano oriente, de la profunda e inaccesible bóveda del Sultan Un-Angmar, llega ante usted el secreto de todo, el conocimiento absoluto que creo reyes y destruyo imperios. El Automatodo, creación del gran alquimista Anund-bar, capaz de dibujar lo que ve, capaz de ver lo que nadie más puede.
Inserte una moneda y luego presione alguno de los 3 botones; el primero le mostrara su futuro, el segundo le mostrara su amor, el tercero, su muerte.
Elija correctamente”
Temblando tanto de miedo como de ansias, el niño introdujo la última moneda que le quedaba y luego, dudándolo un momento, apoyo su dedo sobre el botón número dos, pero este estaba atascado haciendo que su dedo se resbale hacia el número tres, el cual cedió sin dificultad alguna.
Nada sucedió, el viejo autómata permanecía inmóvil, mirando fijamente con sus ojos brillantes pero muertos hacia la hoja blanca. Johan lo contemplo expectante, deseando que algo ocurriera, a la vez que buscaba la fuerza con la que poder mover sus piernas y salir de ahí corriendo, había algo en esa mirada vacía, en esos labio moldeados a fuego que le daba terror; no podía explicarlo, no había palabras, tan solo quería irse de ahí, salir corriendo, y estuvo a punto de hacerlo pero ¡CLACK! Algo en el interior de la maquina se activó y los engranajes comenzaron a moverse cada vez más rápido, dándole vida a los metálicos músculos que impulsaron el brazo hacia la hoja, el cual empezó a moverse cada vez con mayor velocidad, dibujando, trazando líneas, puntos, manchas y sombras que conformaban la profecía. El ruido de las partes metálicas se volvió infernal, giraban y giraban a una velocidad increíble mientras que el Automatodo temblaba y se sacudía, hasta que con otro ¡CLACK! La máquina volvió a su posición original, mirando fijamente al dibujo.
Johan agarro delicadamente con sus manos aquello que obtuvo a cambio de una moneda y con los ojos medio cerrados lo contemplo. Los gritos de horror del chico se escucharon a través de todo el campamento.
El rey de los desterrados
Un relato atrapante desde su comienzo que lleva a seguirlo hasta el final sin levantar la vista de él y con el corazón agarrotado temiendo lo peor
ResponderEliminarLo peor paso
Por eso nunca me han gustado esos parques de diversiones...la curiosidad mata al gato
Muy buen cuento, corazón
¡Que macabro el Automatodo !el chico quedo escarmentado
ResponderEliminarUn escrito sorprendente
chevere man , el mocoso quedo frito con el dibujo de su propia muerte
ResponderEliminargran imaginacion , algo negra
Excelente chico , me ha gustado el entorno y el desenlace
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