La siguiente historia es totalmente cierta mas me da igual si me creen o no, solamente voy a narrarla lo más fiel posible y luego ustedes decidirán qué hacer con ella. Quienes me conocen más íntimamente sabrán que yo nací en un pequeño pueblo alejando de la capital, llamado General Genobio, en honor a un militar de poco éxito que desempeño un papel poco relevante en la llamada Conquista del Desierto. Al lado de mi casa vivía el Señor Rodríguez (no recuerdo su nombre), un hombre de unos 40 años a la hora de suceder el evento que pronto relatare, soltero y sin familiares; una persona solitaria por decirlo de una forma concreta.
Resulta que aproximadamente a la fecha en que yo tenía 5 años, Rodríguez perdió todas sus memorias, todos sus recuerdos desaparecieron una noche mientras una niebla blanca tomaba aposentos dentro de su mente; obviamente al ser un pueblo chico un simple caso de amnesia se transformo el evento del año, aun mayor que el supuesto rapto de gallinas llevado a cabo por el Intendente Jorge Ramírez. Ningún medico supo que era lo que tenia, no presentaba síntomas de enfermedades mentales o de cualquier otro tipo “es como si se le hubiera caído el cerebro” decían los alicantes de inyecciones.
Desde que perdió la memoria, Rodríguez se pasaba todo el día sentado en la vereda de su casa mirándolo todo como si quisiera adivinar para que servían esas cosas blancas, lejanas y cambiantes que se ubicaban muy por encima de todo, o porque caían lentamente esos trozos marrones de algo parecido a tela pero que no es tela; yo lo veía siempre cuando salía hacia el colegio y lo saludaba, luego al volver otra vez lo veía y lo saludaba, el tan solo me miraba largamente quizás porque no recordaba como devolver el saludo o simplemente porque no sabía que era un saludo.
La madrugada de un sábado de un julio por demás frio, unos terribles alaridos de coraje despertó a medio pueblo, mientras que la otra mitad siguió durmiendo. Yo fui el primero en asomarme a la calle con el afán de descubrir cuáles eran las causas de ese griterío atroz y lo descubrí, aunque mi cerebro se tomo su tiempo en procesar lo que estaba viendo; en plena calle se encontraba el Sr. Rodríguez, vistiendo una bata de baño naranja, una boina desecha y revoleando un palo de escoba al grito de “¡SOY ALEJANDRO MAGNO, EL UNICO, EL HIJO DE DIOCES!”. Resulta que a falta de recuerdos termino inventándose unos, robándolos de un viejo libro de historia que tenia tirado por ahí; quizás en las grandes ciudades sus habitantes estén inmunizados contra la locura, pero en un pequeño pueblo como en el que vivía, el menor desvarío era síntoma de demencia y debo decir que eran muchos los dementes, ya que varios creyeron que en verdad Rodríguez era Alejandro Magno y se unieron a él en una campaña de conquista que iba desde Cierra Negra, hasta Lomas Miradas. Y allí iban, el ahora Alejandro, seguido de 30 hombres y 15 mujeres armados con palos, caños, algún que otro rastrillo, de pueblo en pueblo luchando sin éxito, hasta el Rodrigas volvió a perder su memoria y Alejandro volvió a habitar los libros de historia.
Me dio risa como estuvo vestido cuando se creia alejandro magno y viajaron de pueblo en pueblo tratando de conquistarlo a punta de palos, tuberias y rastrillos. Al menos en su amnesia y locura hizo las cosas que quizo sin el temor al que diran, algo que nosotros no hariamos. Que envidia me da el señor rodriguez.
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